domingo, 2 de diciembre de 2012

TEXTO ARGUMENTATIVO I

Rosa MONTERO: “Leer”, El País, 13 de febrero de 1993

Los editores acaban de lanzar una cam­paña para fomentar la lectura. Hacen bien: al parecer, en este país sólo lee a diario un 18% de la población, mientras que todos los días se aceporran con la tele­visión el 84%. Y casi la mitad de los espa­ñoles mayores de 18 años jamás leen nada. Me pregunto sinceramente cómo se las arreglan para sobrevivir: sin los libros, la existencia se me antoja mucho más gris y más mezquina.
Éste es un artículo apasionado. Una carta de amor a la literatura. Las novelas son como los sueños de la Humanidad: ponen palabras a lo que no tiene nom­bre, dan forma a ese rugiente magma que nos habita. No hay ningún libro, nin­gún autor imprescindible. Si Shakespeare, si Cervantes no hubieran existido, el deve­nir del mundo hubiera sido probablemente idéntico. Pero los libros, en su conjun­to, sí son imprescindibles. Si se les impi­de soñar, las personas enloquecen: está comprobado. De la misma manera, sin novelas, la Humanidad sería mucho más triste y más enferma.
 
Hay algo sustancial que nos une a la narrativa. Quizá sea, como dice Vargas Llosa, porque la novela pone un simu­lacro de orden en nuestras azarosas y caóticas existencias; porque restaña, por tanto, la herida del vivir, el mal oscuro. Pero no quiero ponerme trascenden­te: lo que sí sé es que las novelas me han dado muchas vidas. He visitado cien­tos de mundos, he sido dama victoriana, rey medieval y bucanero. He cono­cido el odio y el amor, la aventura y el vértigo.
Todos tenemos un libro que nos espe­ra, de la misma manera que a todos nos aguarda un amor en algún sitio: la cosa es descubrirlo. Los que no disfrutan con la lectura son aquellos que no han encon­trado aún ese libro, esa obra que les atra­paría y les dejaría temblorosos y exhaus­tos, como siempre dejan las grandes pasiones. Lo siento por ellos.

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