Érase una vez en el patio de un colegio, un niño que tiró un papel al suelo. El papel estaba triste porque lo habían tirado al suelo y tenía frío.
Un día una limpiaedora tiró el papel a la papelera. El papel le dijo en voz alta a la limpiadora:
-Te concederé tres deseos, pero con una condición: llévate a casa el papel y no se lo digas a nadie.
-Mi primer deseo es ligar mucho y tener amigos con los que pasar el rato- dijo la mujer.
El pepel le concedió su primer deseo. Así, la limpiadora consiguió echarse un novio y casarse con él, y como a los maridos no se les puede mentir, le contó el secreto.
Cuando llegó a casa el papel le estaba esperando en la puerta porque sabía lo que la limpiadora había hecho.
-Ya no volveré a confiar en ti- dijo el papel.
El papel solitario se despidió y desapareció entre la multitud.
ALEJANDRO ROMERO CABANILLAS